Ni dudas razonables ni pronóstico reservado. Cuando Los Enemigos volvieron a pisar tabla tras diez años de separación, enero de 2012, pocos arquearon la ceja. Contraviniendo la ecuación que equipara las reuniones de grupos verdaderamente importantes con el desastre, el cuarteto hizo honor a su ejemplar historia y recolocó el listón en la marca habitual: altura inalcanzable para la inmensa mayoría. Convertida en acontecimiento, la Revuelta Enemiga –así se llamó la inolvidable gira que protagonizaron– trascendió cualqu ier tentativa nostálgica. Ahí había vida.
Espoleado por las energéticas punzadas de la afición, el grupo madrileño –Josele Santiago, Fino Oyonarte, Chema “Animal” Pérez, Manolo Benítez– recogió el invisible guante lanzado desde la platea. La idea de grabar un disco con canciones nuevas, el primero desde el magistral “Nada” (1999), empezaba a imponerse. Había vida, decíamos. “Vida inteligente”.
Concebido a centenares de kilómetros del mundanal ruido con el pertrecho esencial de cualquier rockero –Josele se llevó a su retiro creativo la Strato Sunburst, un ampli y una grabadora–, el noveno álbum en estudio de Los Enemigos ratifica su condición de imprescindibles y levanta acta de un estado de forma interpretativo realmente excepcional. El lenguaje desarrollado en común durante casi dos décadas sigue estando ahí, impregnando músculo, hueso y víscera. También el fundamento y el poderío que siempre les caracterizó. El caso es que ahora matizan con mayor precisión, han perdido el miedo a la resta y subrayan con esa sutileza que solo se adquiere tras muchos años de oficio.
“Vida inteligente”, que nadie se llame a engaño, es un disco de rock. Electrizante, dinámico y, sobre todo, emotivo. Tiene el ataque, pero también la contención. Enseña los dientes, aunque sabe tender la mano. Bucea en lo individual y apela a lo colectivo. Tuerce el gesto a menudo, pero sonríe cuando procede. Sus formas –curvilíneas aunque proporcionadas– esquivan la apretura de cualquier corsé estilístico. Un disco de rock, claro que sí, pero a la manera enemiga, asumiendo la enseñanza infinita de maestros como Ray Davies, The Stranglers, John Hiatt, AC/DC, Big Star o los Buzzcocks, para traducirla en un discurso impar.
Producido por Carlos Martos, miliciano de la tropa enemiga desde hace ni se sabe, “Vida inteligente” aborda asuntos universales como el destino, la naturaleza de las relaciones personales o la libertad, sin caer en el tópico. Y hurga en heridas impunemente abiertas, como el timo de la estampita bancaria, el vergonzoso abismo que separa el Norte del Sur o la complicidad del ciudadano que prefiere dejar hacer, dejar pasar. Es un trabajo de confección clásica y espíritu contemporáneo, materializado por cuatro músicos sustantivos. Tipos valientes que se han atrevido a reanudar el camino en tiempos de fragorosa incertidumbre.
César Luquero
Álbum ya disponible en preventa en formato digital en iTunes
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