de El Pan Para Pan
El Sábado, 18 de agosto de 2012 a la(s) 13:51
Era el día indicado para ver de nuevo “echándose un cantecito” a ese gran músico que metió en mis venas el veneno de ese estilo tan personal, tan del sur, tan de como somos por aquí. Cuantas “candelás” en la playa (en la época que dejaban hacerlas) amenizadas con sus canciones. Que de ratitos por Sevilla; que noches en El Adán cuando pedía mi tercio y me iba a un rincón a echar el cigarrito mientras él dejaba de susurrarle a la guitarra y de cazar moscas para servirlo. Que de cachitos de hierro y cromo saltaron dentro de mi primer coche, cuando todavía no se había “inventao” el compact.
Pues pa’llá íbamos, no de Cai para Chiclana como cantó Angelillo, sino al revés, de Chiclana pa Cai. La Fini, El David y El Pan que era el que “guiaba” los caballos. Y es que pa aparcar en Cai seis ojos ven más que dos. Una vueltecita, otra, pero que va. Hasta que ella que es quien siempre lo tiene más claro dice: “P’al parking de Santa Catalina, que es el más baratito”. Y pa’llá nos dirigimos, a ese solar entre el castillo y el parador, pegaito al mar y donde tanto la entrega del ticket como el cobro lo realiza una persona y no una máquina de esas que tienes que estirar el brazo por fuera de la ventanilla y nunca llegas. Al entrar en el aparcamiento le pregunto a la muchachita: “¿muchacha?, ¿aquí se puede pescar?”. Y ella responde: “Aquí, menos romper coches puedes hacer lo que tu quieras”. ¡Ole el arte!, igualito que las maquinas.
Resuelto el asunto de dejar el carro, vamos a buscar unas entraditas ahora que aún es temprano. Pasamos delante del Parador, El Atlántico, que está casi terminada la obra y la reapertura es ya mismo. Que cosa más fea, si el anterior ya era feo, este es “más peor” todavía. Tiene más cristales que mi plazoleta un domingo por la mañana. Que poco gusto. Continuamos por el Parque Genovés; el teatro, el “Pemán” continúa inacabado o inempezado. Con la buena acústica que tenía ese teatro, a ver que hacen ahora. Que buenos espectáculos he visto en él. Los últimos creo que fueron “Bebo de Cuba All Star Latin Jazz Big Band” y las “Cositas Buenas de Paco de Lucia”. Hasta que llegamos al Baluarte de Candelaria, y es que Candelaria tenía un “peaso” de Baluarte que no te cuento.
Me acerco a la taquilla y pido: “Hola buenas tardes, una de mujé y dos de niño”. La taquillera mira extrañada. “¿No hay de niños?, bueno “po” dame un tres por dos”. Ella se ríe. “¿Tampoco?, po dame tres de venta anticipada”. A lo que responde: ”¿Anticipada de una hora antes del concierto?”. “Home, pos claro, una hora antes es anticipada ¿no?”. La muchacha se ríe mucho pero me ha sacado “dos mil duros” del tirón.
En el interior suena “Lobo López” durante la prueba de sonido. Vuelvo a la chica de la taquilla: “Oye, ¿puedo pasar solo un momento?, es que traigo un detallito pa los amigos y me gustaría entregárselo ahora”. No puede ser, y lo comprendo, así que nos sentamos en un banquito a contemplar la fachada de la iglesia Del Carmen. Otro edificio que ha cambiado; con lo bonita que estaba esa “fachá” encalaita toa de blanco. El reloj de “El Carmen” marca las ocho y media, y coincide con la hora de los móviles (ya la hora la dan los móviles y no los relojes). En ese momento sale del baluarte ER Jimmy, me voy pa él y le entrego el regalito que les traía. La primera impresión que me da es que le ha gustao. “Ven pa’cá, vamos a enseñárselo AR Kiko”. Entramos en el recinto y me encuentro a Veneno tras el escenario apurando el último “bocao” de un bocata de tortilla. “¿Ezo qué e?”. “Esto es que te veo un poco “engullipao”, que te lo estás comiendo a palo seco”. Iba a comentarle sobre el trabajo con Buscaglia, pero como veo que tienen prisa por dar una vuelta antes del concierto decido salir. Tampoco pude felicitar a Jimmy por lo bien que escribe su hija, cosa que hago ahora: Jimmy, me encantan las cosas que escribe ella, felicidades.
Así que como queda tiempo hasta el comienzo del concierto, decidimos tirar pa La Caleta, a ver la puesta de sol. Miro al reloj de “El Carmen” y sorpresa, sigue marcando las ocho y media. Llegamos a La Caleta y nos tomamos una cervecita en la terraza de ese chiringuito “mojhoso” que por detrás es feísimo, pero por delante tiene unas vistas inigualables. Ahí vemos como don Lorenzo se esconde entre Santa Catalina y San Sebastián. Cómo las barquitas reposan sobre la plata; hasta que el faro se enciende y decidimos tomar de nuevo camino hacia Apodaca.
Las nueve y media son cuando vamos a entrar en El Baluarte, pero antes echo la vista hacia el reloj de El Carmen y, no falla, las ocho y media todavía. Como me gusta que el tiempo se pare. Una vez dentro, vistazo general, localizamos un escalón libre y decidimos atacarle a unos manoletes de” chóped pork de la lata”. No es por na, pero es lo “mejón” y más jugosito. El pata negra con pan como que se pega a la garganta. Además al medio día nos pusimos bien de mariscada, así que hay que moderarse.
Va a dar comienzo el primero de los grupos, “Chocolata”, así que buscamos buena ubicación. Como casi en todos los conciertos, delante de la mesa de control, que es donde mejor suena. Y además como ponen unas vallas puedes reposar los riñones de vez en cuando. Fini pregunta la hora, miro al reloj de El Carmen y le respondo: “las ocho y media, ¿no lo sabes ya?”.
Es la primera vez que escucho a Chocolata, pero con toda seguridad no va a ser la última. Rubens Silva guitarra, Cuni Mantilla contrabajo, y la voz y el arte de la Carmela, La Chocolata; acompañados en esta ocasión por las congas de Jesús Santiago y los bongoes de Faé. Cortito pero muy buen repertorio a base de canciones propias y versiones siempre traídas a su estilo. Carmela con su vestido blanco a lo “Salomé” muy adecuado para estilizar los sutiles movimientos y el baile. Su voz impresionante, aunque sonido podría haberse esmerado un poco. Siempre lo digo, es muy importante que los músicos utilicen a un responsable de sonido propio. Tiene que ser un integrante más de la banda, que conozca cada situación en cada momento. Un concierto tiene muchos matices diferentes y la labor de sonido es dar a cada tema la tesitura adecuada. Desconozco si Chocolata actuaba con técnico propio, pero éste podría haber tenido más tino con la guitarra y con los bongoes, dos instrumentos que en ocasiones no sonaron como debieran. Pero bueno, a parte de esta observación siempre particular, el concierto de Chocolata se nos hizo corto y nos quedamos con ganas de más. Como he dicho, además de temas propios algunas versiones muy acertadas como un tema de Èdith Piaf convertido en bulería, o un emotivo homenaje a Chavela con “La Llorona”. Terminando con un fin de fiesta por eso mismo, por fiesta y por Jerez. “Viva Cai, viva Jeré (ojú, ahí Carmela se quedó un poco pensativa y lo arregló continuando con) “Bueno viva Andalucía, viva España y viva el mundo entero”. Que arte Carmela, en la música no existen esas rivalidades futbolísticas, ya lo digo yo desde aquí sin reparo alguno ¡Viva Cai y Viva Jeré!
Nada más terminar Chocolata, las once y diez, perdón, las ocho y media según El Carmen. Los técnicos de escenario ultiman todo para lo que está por venir. Cuando divisamos que uno de ellos está colando con mucha parafernalia sobre el bafle de Kiko tres botellas de coca cola llenas de vino de Chiclana. Que detalle picha. Veneno había decidido que Joselito iba a estar presente sobre el escenario durante todo el concierto, camuflado en el alma que contenían esas botellas. Va por ti José, donde quieras que estés. Ese José con el que un día quizá compartí un cuartito de vino en la terraza de la tabernita que estaba en Conil, en la calle Ancha haciendo esquina con la calle la Cárcel. Una que ahora se ha modernizao y te dan unos clavones que no veas. Y José, no se de donde, sacó dos cangrejos ofreciéndome uno y al final se comió los dos. Porque yo solo me comí las patas de uno. Fue cuando se nos acercó un señor que muy educadamente nos preguntó: “Perdonen mi indiscreción, pero ¿qué están bebiendo?”. Y tuvimos que explicarle que era vino, vino de Chiclana, directo del barril; y que el envase daba la medida exacta de un cuarto litro. “¿De Chiclana?”, preguntó, “¿Ahí hay bodegas?”. Y resultó ser un bodeguero de Valladolid (que en Valladolid también hacen vino), al que más tarde acompañé haciendo de cicerone por varias bodegas de Chiclana y terminamos como ya podéis imaginar.
Sin mucha dilación, los músicos ya están sobre el escenario. Los componentes de la “Banda del Retumbe”. “Retumbe”, como me gusta esa palabra, que bien suena. Igual que” Candombe” que también me gusta mucho. Es que hay palabras que son música por si solas. Y cuando el reloj de la Iglesia del Carmen marcaba justamente las ocho y media, saltaba el señor Veneno y a partir de ahí, todos nos vimos envueltos por la magia atemporal de sus canciones. Comenzó con todos los temas de “Échate un Cantecito” en el mismo orden con el que todos las conocemos, es decir, siguiendo el orden del disco. Así, no había terminado un tema y ya adivinábamos cual era el siguiente. Repaso inefable de muchos momentos de nuestras vidas, todos buenos. Público de todas las edades cantaban a la vez que Veneno y hacía propias de cada uno cada canción sin pagar derechos de autor. Los y las músicos desprendían que estaban a gusto de cómo se estaba desarrollando la noche. Siete músicos mas el anfitrión, Charlie Cepeda guitarra eléctrica (y en ocasiones acústica), Raúl Rodríguez guitarra flamenca (cambiando también durante la noche a otros tipos de guitarra), Juan Ramón Caramés bajo eléctrico (acariciando también en ocasiones una especie de picolo eléctrico), Anabel Pérez teclados y coros, Ana Gallardo percusión y coros, Jimmy Glez batería de arte, Rafa García percusión; y con sus letras y la voz Kiko, “el niño del Veneno”. Mención especial para el responsable de sonido a quien tengo que felicitar, aunque fuese la misma persona (que no lo se) que en la actuación del primer grupo. Pero con esta banda todo sonó de escándalo y esta persona que conducía el sonido merece mi reconocimiento.
Una vez terminado “El Cantecito”, breve descanso de quince minutos para continuar como si de un nuevo concierto se tratase, con un repaso a muchas de las canciones anteriores y posteriores a Échate un Cantecito. El personal estaba sumido en un éxtasis musical. Ya nadie podía quedar indiferente a lo que estaba sucediendo, se bailaba, se cantaba, se gritaba; cada cual se expresaba de la mejor forma que sabía. Había buena onda, buen karma, en todo lo que salía del escenario se podía palpar que los oficiantes disfrutaban. La profesión de músico es demasiado sacrificada en muchos aspectos, pero poniéndome en la piel de ellos, creo que momentos como los vividos en esta ocasión son los que te recargan y dan fuerzas para continuar en el camino.
Cuando casi sin darnos cuenta llegó el momento de la despedida. Aplausos, saludos, más aplausos y una salida del escenario que todos sabíamos que sería momentánea. El tiempo de dar un buchito de algo, encender un cigarrito y vamos de nuevo que esto tiene que acabar más a lo grande. Pero si ya todo lo anterior era insuperable, ¿existe la formula para mejorarlo?. Pues si, Don Veneno y El Retumbe nos deleitaron con un último brebaje a base de canciones hasta llegar al cenit. Si todos estábamos flotando, terminaríamos volando. Y para el “Volando Voy” subió con su guitarra Diego Pozo “Er Ratón”, chiquitito pero matón. Y es que la música tiene estas cosas, cuando uno tiene un cachito de gloria, gusta compartirla con los amigos.
Y la cosa, claro, tiene que terminar, que son tres horas ya de cantecito y Candelaria tiene que cerrar su Baluarte. La ovación es inmensa, los aplausos no cesan, ya no se pide otra, ya estamos satisfechos, pero ahora queremos devolver el cariño que nos habéis transmitido en forma de aplausos y no queremos dejar de aplaudir. Miro hacia el reloj de El Carmen. Las ocho y media, el tiempo se paró en esta noche de verano en Cádiz.
Chiclana, agosto de 2012
El Pan Para Pan
Pan para todos, todo para todos, todos para el pan.
Más info: El Pan Para Pan
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